Hay cosas que de repente parecen estar muy conectadas entre sí. ¿Coincidencias? ¿Sentido del humor divino? ¿Nuestro reproductor de música tiene vida propia?
Sinceramente espero que no sea la última, pues en cualquier momento mi iPod puede agarrar de la nada algo de Belinda y dejarme sordo en un instante (sin mencionar estúpido). Simplemente hay veces que caminar por la calle escuchando la música que lo mueve a uno más allá de lo que lo hacen las piernas puede terminar siendo el soundtrack de una situación muy particular.
Hoy me tocó cubrir un evento de secundarias por el metro Colegio Militar y cuando uno cree que todo marcha bien, siempre hay algo que conspira contra nuestra certeza y nos prueba lo equivocamos que estamos al estar recostados cómodamente en nuestra confianza de que nada se nos olvidó.
Ahí es donde todo comenzó irse para abajo una vez que ya estaba en el metro San Antonio. Mi morral no pesaba lo suficiente y ya me había dado cuenta que el agua había sido olvidada sobre el fregadero de la cocina... ni modo, ya compraré algo después. Pero ahí fue cuando me dí cuenta que mi cámara también estaba olvidada en algún rincón... ¿Qué hacía? No podía volver, eso consumiría muchísimo tiempo del cual carecía. Fue cuando le hablé a mi hermana para que me la trajera al metro y de ahí salir pitando, pero el tráfico estaba insufrible y mejor irse al metro Mixcoac. Justo en ese momento sonaba 'Last Hope' de Apocalyptica y me reí de la ironía.
La música siguió sonando y mi hermana se tardó un rato. Sin embargo, justo cuando arribó al metro de la serpiente comenzó a sonar 'Dawn of Victory' de Rhapsody. Corrí hacia el metro como si se me fuera a escapar, y nunca más lo volvería a ver. Corrí por los pasillos y bajé 40 metros bajo tierra sólo para esperar al condenado gusano naranja. Ahí fue cuando invoqué toda fuerza sobrenatural para que lo hiciera apurarse, y una vez que se acercó, 'A Game We Shouldn't Play' de Helloween sonaba en el fondo de mi desesperación.
Nunca sabremos qué es lo que sucede con el mundo, pero decidí hacer una promesa un poco inusual. Estar de pie y ceder mi lugar si era necesario en algún momento. Llegamos a Tacubaya y la gente salió como si alguien se hubiera echado un pedo frijolero en medio del vagón. Así que al ver que no había resistencia para poner mi trasero en un asiento, decidí darme el lujo de descansar las piernas, prometiendo que guardaría ese lugar para quien lo necesitara.
Pasó una estación y el metro había abierto sus puertas y se mantenía estático. "Quizás haya alguien que quiera sentarse." Muevo mi cabeza hacia mi derecha, sólo para encontrar a un pelón en buen estado, un individuo con sus dos piernas intactas y una señora chaparra con las bolsas del mercado cerca de la puerta. Así que decidí levantarme, le toqué el hombro y le ofrecí sentarse. Quizás el karma existe o un ser divino se regodea de lo que puede lograr, pero la limusina naranja emprendió su viaje una vez más. 'My Life For One More Day' de Helloween sonaba en mis audífonos.
El trayecto fue corto antes de llegar a Tacuba, mi destino final de la línea naranja, pero no el de mi camino. Faltaba transbordar y yo llevaba prisa a pesar de carecer de un tumba burros humano que me permitiera arrojar a la gente lenta fuera de mi camino con brutal indiferencia. Fue cuando 'By Any Means Necessary' resonaba en mis oídos mientras me acercaba cada vez más hacia la línea azul. Nada podía detener a un matudo encarrerado que llevaba ya 3 minutos de retraso.
Ya para terminar un desesperante viaje luchando en contra de Cronos para hacerme llegar lo antes posible, el metro no tardó en llegar y lo aborde como si fuera el último tren de la noche. Me acomodé donde pude y comencé a ver hacia la nada en espera de llegar a mi destino unas tres estaciones después. 'Discontinued' de Death Angel sonaba en los confines de mi celular cuando noté que habían burbujas en el vagón movidas a altas velocidades por el viento que se hacía presente por la ventana. Encantado de la vida, sólo podía ver esas esféricas bolas de jabón flotar en una especie de viaje surreal frente a algunos pasajeros indiferentes. A lo mejor yo alucinaba...
Y así fue como el soundtrack de un viaje algo accidentado llegó a su fin. Llegué diez minutos tarde, pero a tiempo para agarrar 90% del evento en cuestión y recolectar material para mi crónica, y me hubiera encantado que la cancioncita del Final Fantasy VII hubiera sonado una vez llegando a la secundaria... supongo eso será en otra ocasión...
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